BALANCE DEL AÑO QUE SE VA

Como cada año en estas fechas, y tal como dice la canción de Mecano, hacemos el balance de lo bueno y malo….

2017 ha sido un año de cambios, de descubrimientos, de evolución personal, mía y de quién me acompaña en mi camino de la vida.

Empecé el año con una gran fiesta sorpresa que me hicieron para celebrar mi 40 cumpleaños.

Seguimos con el segundo aniversario de la muerte de mi padre. Creí que el dolor iría remitiendo, que mi corazón aceptaría de una vez por todas que él ya no estaba. Pero mi dolor, como dije en un post anterior, es completamente anárquico y sigue su camino por libre. A estas alturas, a poco de hacer tres años de su pérdida, hay días en que siento que me voy a volver loca de dolor. Y por eso estoy invirtiendo mucha energía en cambiar mi actitud hacia el duelo, para sobrellevarlo mejor, y quedarme con lo bueno que él me dejó.

Seguimos el año con una sacudida personal que me ha tenido unos meses en arenas movedizas. Caminando al filo de una navaja. Buscando muy en mi interior que es lo que realmente quería.

Las aguas siempre vuelven a su cauce, poco a poco, sin pausa pero sin prisa.

Pasamos un verano disfrutando de las niñas , de la familia, y de nosotros mismos, a tope.

Y sin darte cuenta, una vez empieza el cole, pasan las semanas a un ritmo vertiginoso. De golpe, te das cuenta de que estamos en diciembre. Y tras el puente de la constitución la navidad se nos hecha encima.

Estos días están siendo una mezcla convulsa de sentimientos encontrados. Pero las ausencias pesan y a veces cuesta tirar hacia adelante con fuerza.

Aún así no quiero valorar esta año como un mal año. No, al contrario. Este año que acaba ha sido de grandes cambios internos. De revelaciones. De caminos emprendidos. De aceptar que unos de mis grandes defectos es dejarme llevar por la apatía, y pensar que con casi 41 años no es tarde para cambiar. Ha sido un año de descubrir un nuevo mundo en el que me quiero sumergir de lleno, de aceptar que no es fácil, que hay que ir paso a paso, sin tirar la toalla. Un camino que no se donde me llevará pero que me entusiasma y me llena de alegría.

Este año he pecado mucho como madre. Y a día de hoy, a punto de acabar este año, me digo a mi misma que hay cosas, muchas, que debo cambiar.

No hay milagros en los cambios. No quiero empezar un 2018 lleno de buenos propósitos para que después caigan en saco roto. Quiero un cambio en mi actitud, un cambio que solo yo tengo el poder de hacer, y todo lo demás vendrá detrás.

Le doy al 2017 un fuerte abrazo de despedida, lleno de luz y de amor. Y recibiré al 2018 con los brazos abiertos, la mente y el corazón deseosos de buenos momentos.