En la bio de mi perfil de twitter tengo puesto: mamá de dos niñas arco iris. Os lo cuento.

Un bebé arcoíris es aquél que nace tras una pérdida, ya sea desde el minuto uno del embarazo hasta los bebés que mueren tras nacer.
Yo he perdido cuatro bebés. Todos durante el embarazo, entre las semanas seis y diez.
El dolor que te producen estas pérdidas es brutal. Tu sientes que has perdido algo tuyo, algo que estabas creando dentro de ti, y que por no sabes que causa, se ha parado de golpe.
Tienes mucho sentimiento de culpa, pensando en que habrás hecho mal para que tu bebé no se quedara agarrado a ti.
La gente de tu alrededor no comprende tu dolor y en ocasiones te sueltan frases bastante desafortunadas, que lo único que hacen es causarte más dolor.
Todo esto hace que te enfrentes a un nuevo embarazo con muchos miedos.
Psicológicamente es muy duro porque el recuerdo de la pérdida planea sobre ti cada día, por mucho que no quieras pensar en ello.
Cada semana que pasa es un logro. Para mí, la barrera más dura era la de las semanas en que mis anteriores embarazos se habían parado. De golpe el mundo deja de existir, y sólo deseas que esos días pasen lo más rápido posible.
Te pasas el día buscando señales. Cada vez que vas al baño examinas el papel en busca del más mínimo indicio de sangre, o de algo que se le parezca.
Se que suena a algo enfermizo, pero es así como yo lo he vivido.
Cuando pasaba la semana 10 respiraba un poco más. Pero no lograba relajarme del todo.
No he conseguido disfrutar de mis embarazos como hubiera debido, siempre con miedos.
Ahora, con el paso del tiempo, me doy cuenta que dejé todo de lado para concentrarme en mis embarazos, y que el miedo y las dudas me tenían dominada por completo.
Siempre pensando en mi bebé, en como evolucionaba, en si estaría bien…
Recuerdo mi último embarazo. Ha sido muy duro emocionalmente. Era la última oportunidad que me daba para volver a ser madre, tras el desgaste que me había supuesto perder cuatro bebés. Mi hija mayor es mi gran tesoro, la adoro, pero quería a toda costa darle un hermanito.
Cada semana o diez días como mucho iba al hospital, me hacían una visita de control y una ecografía. En los minutos en que duraba la ecografía mi corazón iba a mil por hora, y suplicaba en silencio que mi niña estuviera bien.
Estaba tan desquiciada, que un fin de semana en que me quedaba sola con mi hija mayor, saliendo de la ducha sentí que se me había roto la bolsa. Estaba de unas 20 semanas aproximadamente. Me encontré sola con la niña de seis años, mi madre cuidando de mi padre enfermo, sin querer molestar a ningún amigo o a mi hermana… Al final llamé a mis suegros que vinieron rápidamente, viven a una media hora en coche. Fuimos al hospital y me hicieron tres pruebas diferentes para descartar cualquier pequeña perdida de líquido. Todo estaba bien, había sido un susto, supongo que fruto del estrés que llevaba acumulado.
Un embarazo tras una pérdida es muy duro, porque la cabeza no para quieta.
Y cuando por fin llegó el gran momento y pude tener a mi hija en brazos, fue algo mágico, maravilloso.
En este último embarazo puse todas mis esperanzas, toda mi fe, toda mi fuerza. Le hablaba a mi bebé desde el primer día en que supe que venía en camino. Me tomé y me pinché la medicación que me recetaron, hubiera hecho cualquier cosa para que se agarrara bien a mi, tal y como pasó.
Mis dos hijas han nacido tras una pérdida, y son niñas súper especiales, brillan con una luz diferente.
Mis cuatro bebés no nacidos formarán parte siempre mi vida, pero quiero que queden ahí, en el baúl de los recuerdos. Son mis cuatro luces, tatuadas en mi piel como cuatro estrellas. Pero lo mejor de mi vida son mis dos niñas arcoíris, que iluminan mi vida cada día.
Comments