CUANDO MI PACIENCIA LLEGA A SU LÍMITE
- mamatribudoula
- 4 dic 2017
- 1 Min. de lectura
Pues eso, cuando mi paciencia, escasa ya de por si, llega a su límite, exploto.
Y es que cuando tienes una hija de dos años y medio que está atravesando una fase se esas muy complicadas, cada día es un auténtico desafío.
La niña en cuestión está muy intensa. Pero cuando digo mucho, es mucho elevado al cuadrado.
Si no la cojo en brazos, llora.
Si no le doy lo que quiere, llora.
Si no le cuento ese cuento, llora.
Si no se sale con la suya, llora.
Si su hermana no juega con ella, llora.
Si le digo blanco, y ella quiere negro, llora.
Es agotador estar así todo el día.
Por la mañana tenemos pollo para levantarla, para vestirla, para que ande hasta el coche, para que se ponga los guantes…
Por la tarde, más de lo mismo.
Por la noche, está tan cansada que todo es aún más tragedia.
Y claro, yo, que soy humana, llego al límite de mi paciencia. Y exploto!
Y subo el tono de voz. Y quizás sueno hasta hostil hablándole.
Anoche yo estaba histérica de los nervios. Después de sus lloreras y de explicarle los tres cuentos, dos veces, al final se durmió, acurrucada contra mi.
En ese momento es cuando ese monstruo gigantesco llamado Culpa aparece y me golpea de forma brusca.
La miro dormida junto a mi. Es una niña maravillosa. Y yo me siento la peor madre del mundo.
Anoche me sentí fatal. Y me quedé abrazada a ella. Necesitaba estar junto a ella, decirle, aunque ella estubiera dormida, cuanto la quiero. Y cuanto siento perder la paciencia.
No quiero sentirme como la peor madre del mundo, no quiero arrepentirme de alzar la voz, no quiero fustigarme por no tener la paciencia necesaria para capear los temporales de mi hija.
Hay mucho trabajo por hacer.
Y hasta aquí mi desahogo de hoy.
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