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DEJARLA AVANZAR SOLA

Foto del escritor: mamatribudoulamamatribudoula

En el colegio de mi hija hacen natación, desde P3. Así que decidimos apuntarla (es optativo) para que disfrutara con en el agua y aprendiera a nadar.

El primer curso iba más o menos convencida. Pero nosotros, pensando que le hacíamos un bien a ella, la animábamos cada semana a disfrutar de las clases en el agua.

El día que hicieron una pequeña exhibición para los padres, a modo de despedida del curso, pude ver lo poco que había avanzado la niña con las clases. La vi con miedo, muy insegura. Y eso que era una piscina pequeña y que no cubría.

Durante ese verano mi hija se mojaba los pies en el agua y poco más. Jugaba en la arena, si era con nosotros aún se bañaba un poco, pero poca cosa.

Pensé, ilusa de mi, que el segundo curso le iría mejor.

Pero el primer día de ese segundo curso el lumbreras del monitor de natación los tiró a la piscina a ver como reaccionaban. Cuando yo me enteré de eso, me puse hecha una fiera. No hay que ser muy listo para saber que si tienes niños con miedo, eso lo único que hizo fue perjudicarlos.

Unos cuantos crios, entre ellos mi hija, siguieron en la piscina pequeña para ver si cojian confianza para poder pasarlos a la grande.

El día que tocaba natación mi hija se ponía malísima de los nervios. Llorando me suplicaba que no la llevara más a la piscina. Yo intentaba infundirle confianza, y animarla a que fuera y aprendiera. Pero la niña sufría muchísimo. Hablé con su maestra del colegio y me explicó que el colegio se había quejado al club natación de la actitud del monitor, y se lo cambiaron. Pero el daño ya estaba hecho.

Mi hija le cogió un miedo atroz al agua.

Ibamos a la playa y se mojaba en la orilla. No quería ni que la cogiéramos nosotros, lloraba muerta de miedo.

Así que decidimos dejarla tranquila con el tema de la natación. Le pregunté varias veces si se animaba a probar otra vez. Su respuesta era siempre un no rotundo y tajante. Así que respetamos su decisión. Yo no quería ver más a mi hija con esa ansiedad que le daba cada mañana de miércoles antes de ir a piscina.

Cuando acabó el curso de primero de primaria empezamos a ir con mis suegros a casa de un amigo que tiene piscina. Iban a pasar el día y cuando yo plegaba del trabajo me iba para allá.

Un día me metí en el agua, ella estaba sentada en las escaleras. Y le dije: te atreves? Y se soltó.

Allí, en esa piscina que le es tan familiar, entre su gente, decidió perder el miedo y soltarse a nadar. Cuando vio de lo que era capaz, se envalentonó y siguió soltándose llegando a cruzar la piscina a nada a mi lado.

Desde ese momento perdió el miedo. Pero no el respeto, tal como le habíamos dicho. Debía aprender a nadar, por su seguridad.

Ese veranos nadó mucho y disfrutó en la playa como una loca. Y nosotros felices de verla gozar así, sin miedos.

Hemos seguido la pauta de no forzarla, de dejarla a su ritmo.

Y este verano pasado se animó a bucear ya.

Estamos muy orgullosos de sus logros, porque lo ha hecho por si sola. Sin presiones. Cogiendo confianza en si misma. Para que vea que puede ser capaz de hacer lo que se proponga.

No hay que forzarles, hay que acompañarles para que hagan su camino ellos solos. Todo llega, todo fluye.

 
 
 

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