La semana pasada acudí a una charla taller de Gestión de Emociones impartida por MIRIAM TIRADO. Ya hace cosa de un año medio pude asistir a otra charla suya sobre este mismo tema. Pero los hijos crecen y varian las necesidades y las situaciones, y la maternidad es un aprendizaje continuo, por eso volví a escucharla otra vez.
Me encanta la manera en que te explica las cosas, la forma en que te plantea como lidiar con las emociones en el día a día.
Con ella he aprendido mucho sobre este tema, pero en la teoria. A la hora de aplicarlo a la practica me cuesta un poco más.
Imagen rincondeltibet.com
Así que cuando terminó la charla y empezaba el turno de preguntas sobre nuestras situaciones personales, yo, rápidamente levanté la mano. Y le expuse mi preocupación:
Cuando mi padre enfermó de forma repentina y fulminante, yo me vine abajo. Y además estaba embarazada de mi segunda hija. Como la mutua ya me había dado la baja, yo intentaba pasar el máximo de tiempo posible con mi padre. Mis suegros venían cada día, y se ocupaban de mi hija y comíamos todos juntos. En esos días algo empezó a romperse entre mi hija Emma y yo. Liaba “pollos” muy gordos, me sacaba de mis casillas, día si día también. Al final ella se iba al colegio con su abuelo y yo me quedaba en casa llorando de desesperación. Está claro que ella sufría, y mucho. Pero yo no sabía como ayudarla, no tenía herramientas para poder gestionar la situación.
Mi padre falleció y a los dos meses nació la pequeña de la casa. Y las cosas entre Emma y yo iban cada vez peor.
En momentos de calma, yo reflexionaba y veía que Emma sufría y me necesitaba, pero en cuanto ella reclama mi atención portándose mal, yo explotaba, y nada de lo que había reflexionado me servía para gestionar el momento explosivo en que nos sumergíamos las dos.
Había veces en que su actitud me hacía tanto daño que sin darme cuenta la rechazaba, y eso iba aumentado cada vez más la brecha que había entre nosotras.
Miriam me escuchó, y cuando acabé me dijo: os habéis desconectado!
Esa frase me atravesó como un puñal. Y estuve a punto de ponerme a llorar, sintiendo que peor no lo podría haber hecho.
Pero lamentarse no sirve de nada.
Así que me llevé en mi cabeza todo lo aprendido en la charla, y he pasado días asimilándolo para trazar una hoja de ruta nueva que me lleve nuevamente a conectar con mi hija.
Porque como me dijo el padre de mis hijas ellas se merecen la mejor versión de mi.
Se que una parte muy grande son celos. Así que me toca trabajar en ese campo. Y trabajarlo mucho.
Estoy introduciendo el buen humor y las risas en sus enfados, algo que no solía hacer. Y provocarle la risa le ayuda a ella a relajar el enfado. Y así después es más fácil poder dialogar sobre lo que la ha hecho enfadar.
No le quito importancia a sus emociones, no las etiqueto por buenas y malas. Todas esas emociones forman parte de ella. Y es básico respetarlo y entenderlo para poder acompañarla en la gestión de ellas.
Intento hablar mucho con ella. Le doy muchos más besos y abrazos, le digo muchas cosas bonitas. Ensalzo todo lo bueno que hay en ella. Le hago saber que entiendo como se siente, ya que también he sido hermana mayor.
Yo, por mi parte, intento encontrar mi paz interior, estar más relajada. Y así me facilito a mi misma el camino hacia la reconexión con Emma.
El cambio no es de un día para otro. Pero trabajo en ello todos los días y creo que vuelvo a conectarme con ella, me voy acercando a ella.
Porque he de ser sincera. Yo, con mi obsesión por volver a ser madre tras mis pérdidas, mi inmenso dolor ante la muerte de mi padre, no supe abordar la situación y quizás me olvidé de lo mucho que me necesitaba mi hija.
Supongo que admitirlo y buscar ayuda es ya de por si un paso.
Y en ese camino estamos. En el camino de reencontrarnos mutuamente, y de que madre e hija volvamos a estar conectadas.
Comments