EL DUELO POR UN BEBÉ NO NACIDO
- mamatribudoula
- 11 jul 2017
- 4 Min. de lectura
Sentarme a escribir este post no es fácil, tengo que rescatar sentimientos dolorosos que guardé muy dentro de mi.
El duelo por un hijo no nacido es, quizás, el más incomprendido.
La gente que te quiere ve tu gran sufrimiento pero no pueden llegar a entenderlo.
Para quién no ha pasado por una perdida así es difícil comprender el dolor por un bebé que no ha nacido, que no has tenido en tus brazos, que ni tan siquiera has podido ver en una ecografía.
Supongo que cada una de las mujeres que hemos pasado por algo así, lo hemos vivido de diferente manera.
Yo os hablo desde mi experiencia personal.

Cuando estás intentando quedarte embarazada, el deseo por ser madre es tan fuerte, que el día que tienes un retraso, haces un test y ves salir la rayita, el mundo cambia por completo. La felicidad más absoluta te invade.
En ese mismo momento empiezas a quererle. Tu hijo ha empezado a formar parte de ti.
Como expliqué en otro post, mi lucha por ser madre ha sido muy dura, un camino largo y difícil.
He estado embarazada seis veces. Dos han llegado a termino. Son mis dos hijas preciosas. Los otros cuatro se quedaron en el camino.
En esas cuatro veces he intuido que mi bebé no estaba bien, que algo no marchaba correctamente. En una de las ocasiones incluso soñé que tenia un bebé recién nacido entre mis brazos. Y se me escurría de entre mis manos y no podía hacer nada por él, que caía a un abismo. Cuando me levanté le dije a mi marido: he perdido al bebé.
Y así fue, a los dos días tuve que ir a urgencias porque tenía perdidas de sangre.
En esos momentos quieres pensar que no es nada, que me mandaran reposo y todo irá fenomenal. pero algo dentro de mí sabía que no era así.
El peor momento es ese en el que , muy serios, te dicen, no hay latido.
Las cuatro veces he sentido en ese instante un dolor que me atravesaba el corazón. Una rabia, impotencia de saber que no he podido cuidar de mi bebé. Una sensación inexplicable al saber que dentro de mi estaba mi bebé pero que por no se que motivo ya no latía su pequeño corazoncito.
Entonces te mandan a casa, con cita para dentro de dos o tres días y practicarte el legrado.
En dos ocasiones, lo he expulsado yo sola, lo que se llama un manejo expectante. No sientes casi dolor físico, pero las perdidas de sangre son abundantes. Y saber lo que es me resultaba insoportable.
En otra ocasión me hicieron un legrado. Guardo un negro recuerdo de ese día. De las horas que pasé dilatando, del momento en que me bajaron a quirófano. Y lo pero, cuando despierto de la anestesia y se que estoy vacía, que todo ha terminado. Que mi garbancito ya no está conmigo. Y sólo hacía que preguntarme porque.
En la cuarta ocasión me ingresaron también para un legrado. Me tuvieron un montón de horas dilatando, con dolores, llorando de pena. Recuerdo ese día a mi hermana y a mi marido sosteniéndome anímicamente porque estaba exhausta, ya no podía más.
Por una mala praxis, ese feto que debía ser analizado para poder encontrar un porque a mis abortos, se perdió. Nuevamente me ahogue en mi dolor y mis lagrimas sin comprender porque yo tenía que pasar por todo eso.
El duelo es algo que cada una vivimos a nuestra manera. A mi me han sido de gran ayuda mi marido y mi hija la mayor, mis dos grandes apoyos.
El dolor puede durar días y días. Lloras, te sientes vacía. No comprendes lo que ha pasado.
Ves a tu familia intentando entenderte, consolarte, darte fuerza. La única que realmente me comprendía es mi madre, que ha pasado por lo mismo que yo.
Mi hija mayor ha sido un pilar importante. Mi marido me dijo que me acordara que tenía una hija y que me necesitaba, que no me dejara llevar por el dolor,
Mi pequeña gran personita es una niña súper especial. Nunca le he ocultado mis sentimientos. Un día me vio llorar en el baño y me dijo, mamá no llores, yo iré al supermercado a comprar otro bebé y te lo pondré en la barriguita para que no estés triste.
En ese momento ves que tu dolor está pasando por encima de todo, y de todos. Ves que tienes una hija que te necesita, un marido que ya no sabe como consolarte. Y decides que se acabó, que debes cerrar ese duelo.
Llevo cuatro estrellas tatuadas en la cadera, son mis cuatro luces. Aquellos bebés a los que amé desde el primer momento pero que nunca pude acunar entre mis brazos. Forman parte de mi, de mi historia, de mi vida.
Teníamos un nombre preparado en esas ocasiones, Aran, nos encantaba. Pero tras la cuarta pérdida decidí guardar a Aran en mi corazón. Y en último intento, la última oportunidad que nos dábamos para tener otro hijo, decidimos otro nombre. Era dejar atrás a Aran, pasar pagina y volver a empezar.
Y aquí está mi hija, con 22 meses, iluminando nuestras vidas junto a su hermana mayor.
En todo este proceso que ha durado unos años, sé que ha habido quién no ha entendido mi dolor. Quién no ha sabido encontrar las palabras adecuadas. No siempre es fácil, supongo… Recuerdo que un amigo tras mi última pérdida, tan sólo me abrazó, y con ese gesto me lo dijo todo.
Todo esto se acaba superando porque no podemos permitirnos el lujo de que nos hunda. La vida sigue. Y te brinda nuevas oportunidades.
Hay que pasar el duelo, llorar la pérdida, recomponerte y seguir adelante con tu vida. Pensar que han sido experiencias que me han marcado, para bien y para mal, y que quizás es que la vida tenía que venirme así. Lo que tenga que ser, será.
Comentarios