Se acerca la hora de decir adiós a esta etapa. Dentro de un mes justo diremos adiós a la guardería, y es que mi hija pequeña, en setiembre empieza en el colegio “de mayores”.

Y aquí estoy yo con un nudo en el estómago, con miles de cosas rondando por mi cabeza, miles de sentimientos encontrados, que intento ordenar de alguna manera. Y no se me ocurre otra manera mejor que escribiendo.
Dos años hemos pasado en la guardería, y todo lo que puedo decir de este tiempo es positivo. Y me llevo para el recuerdo muchísimos momentos bonitos.
Empezando por el primer día. Mis nervios como madre. El pensar si estaría bien atendida, si sabrían calmar su llanto al separarse de mi, si le darían cariño. Pensaba en que pasaría por su cabecita en el momento en que mamá la dejara allí y cerrara la puerta tras de sí, dejándola sola ante un grupo de desconocidos.
Pero ella nos lo puso fácil. Y se adaptó de una forma rápida y positiva a la guardería. Lloró muy poco, y rápidamente se sintió a gusto.
Cada mañana durante estos dos años, ha ido al colegio feliz. Ha entrado tranquila y se ha despedido de mi con besos y abrazos y después se ha ido a jugar.
Que si no han habido más lágrimas? Claro que las ha habido. Los peques tienen fases en que están quizás más apegados a mamá, en que al madurar, son más conscientes de todo lo que les rodea,y de lo que quieren y de lo que no, o cuando han pasado unos días en casa malitos. Es entonces cuando ha habido algún pequeño conflicto a la hora de entrar. Pero se que se la ha pasado enseguida.
Su profesora, Nerea, es en parte responsable de que mi hija haya ido estos dos años tan feliz a la guardería. La niña la adora, y cada día antes de irnos tiene que darle su beso, sino, no nos vamos.
Nerea es con los peques súper cariñosa. Atenta a sus necesidades, físicas como emocionales. Les da mucho juego. Y eso hace que los niños se sientan a gusto en clase.
Tengo tantos momentos vividos durante estos dos años que no acabaría de escribir nunca.
Y los tengo todos agolpados, creándome un nudo en el estómago.
No es nada nuevo este sentimiento. Cuando mi hija mayor se graduó en la guardería me pasó lo mismo, porque las sensaciones eran igual de positivas que ahora. Los recuerdos eran igual de maravillosos que ahora. Y el día que tocó decir adiós lloré. Porque dejar atrás una etapa es motivo de felicidad, pero también de mucha emoción.
Ver que tu hija se hace mayor. Ver todo lo que ha aprendido en estos dos años. Las canciones, los cuentos, las manualidades, el vocabulario y la forma de expresarse. Hemos quitado el pañal. De noche y de día. La he destetado. Hemos conseguido que duerma mucho mejor. Y en todos los procesos me he sentido acompañada y apoyada por el personal de la guardería.

Soy una llorona y no puedo evitarlo, y mientras escribo esto, se me caen las lágrimas.
A parte de todas las emociones positivas que siento, también me acompaña cierta tristeza y nostalgia. Porque toca decir adiós y eso siempre cuesta.
Toca abandonar la fase de bebé porque en setiembre ella ya irá a la escuela de mayores. Su crecimiento como persona, su madurez evolutiva, no pasan de un día para otro. Va poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Y al llegar al punto en el que me encuentro hoy es cuando soy plenamente consciente de lo mucho que ha crecido.
Solo me salen palabras de agradecimiento hacía sus profesoras. Porque no se han dedicado solo a enseñar, les han acompañado en el proceso de hacerse mayores, con amor, con empatía, con respeto hacia las necesidades de cada niño.
Hemos disfrutado mucho de esta etapa, pero ahora toca decir adiós. Para seguir creciendo y seguir evolucionando.
Ahora se abren nuevos mundos por descubrir y vivir. Se abre una nueva etapa emocionante y maravillosa.
Adiós, guardería! Siempre estará en nuestro corazón.
Comments