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  • Foto del escritormamatribudoula

Gestionando Emociones a Golpe de Pandemia

Así me hallo, gestionando mil emociones que me envuelven desde que toda esta (puta) locura comenzó.

Cuando se decretó el confinamiento, mi pareja y mis hijas se quedaron en casa, pero yo seguí saliendo cada día a trabajar.

Una parte de mi se sentía fatal por alejarme de ellos durante ocho horas, pero otra parte de mi respiraba aliviada. Contaba con que con ello pudiera mantener a raja tabla mi ansiedad.

La ansiedad es algo que llevo pegado a mi desde hace muchos años, y aunque ahora yo la controlo a ella, y no al revés, hay situaciones en las que tengo pánico a que se inviertan las tornas.

Mi rutina era salir de casa por la mañana, ir a la oficina, donde estaba sola, y ocho horas más tarde, salir y volver a casa. Todo bien, todo dentro de la “normalidad”.

Ese primer lunes, entré en el supermercado que hay enfrente de mi trabajo, y muerta de miedo por la que se nos venía encima, compré comida, para los cuatro, como para una semana. Al día siguiente volví a entrar e hice lo mismo. Con la despensa llena me quedaba más tranquila. No compré papel wc por encima de mis posibilidades ni necesidades, pero llené la despensa de legumbres, pasta, leche y arroz, el congelador a tope de carne y pescado, y el frigorífico de lácteos, embutido, ensaladas, y verduras.

El momento de hacer la compra es el que me creaba más ansiedad. Lo que más pánico me daba era entrar y no encontrar nada de comida para mis hijas. O que al llegar a la puerta, me tocara hacer cola, y eso desencadenara en mi una reacción en cadena que me llevara al ataque de ansiedad. Y que yo no fuera capaz de mantener el control.

Las noticias y las redes sociales no han ayudado en nada a intentar mantener la cabeza fría. Hay que ser realista con la situación, sabemos que es algo nuevo, y muy peligroso, pero no podemos caer en el fatalismo, porque entonces estaremos todos al borde del suicidio.

Mi ansiedad daba vueltas a mi alrededor, pausada y constante. Y yo la miraba de reojo, asustada, nerviosa, intentado luchar contra ella.

A lo largo de estas semanas he logrado mantenerla a ralla. La ansiedad. Pero no todas mis otras emociones, que caían en cascada sobre mi, inundando mi vida por completo.

El miedo atroz a esta enfermedad, a lo desconocido, me han hecho estar muy sensible, y llorar por casi todo, por no decir por todo. Me ha sido muy difícil gestionar ese sentimiento y he decidido no esconderlo en caso de no controlarlo. Y les digo a mis hijas que esto o aquello me ha emocionado.

También me ha hecho estar mucho más irascible, dejando mi ya de por si poca paciencia, aparcada allí en un rincón, y esto ha hecho que en más de una ocasión explote por tonterías, pero que a mi, en ese momento me encendían y ofuscaban por igual.

He visto más la paja en el ojo ajeno que la viga en el mio propio. Y me he dado palmaditas en la espalda, porque claro, pobre de mi, que tengo que salir a trabajar, y a comprar, con el riesgo que eso conlleva. Sin tener en cuenta que las necesidades y los miedos de los que estaban encerrados en casa, eran otros, diferentes, pero ni más ni menos chungos.

El otro día salí a la calle para ir a trabajar y cuando me acercaba al coche sentí como un mareo. El suelo se movió bajo mis pies, el cielo parecía que giraba lentamente, y el corazón se me desbocó. Me paré, y miré a mi ansiedad fijamente a los ojos, llevamos demasiado tiempo juntas, y me la conozco demasiado bien. Respiré profundamente varias veces, como en letanía, para relajarme, y convencerme de que lo que me pasaba en ese momento era una sensación normal del estrés, que no era dañino ni peligroso, solo desagradable. Y que nada peor me iba a pasar.

Logré que se me pasara.

Ella volvió a atacar otra vez, al otro día. Pero la mantuve a raya.

Durante todas estas semanas he tenido momentos de mucho miedo, de mucha incertidumbre. De pensar que como era posible que estuviéramos viviendo semejante película de terror. De sentirme sobrepasada por la situación. Desbordada por los nervios. De pensar si saldremos de esta, si nuestra vida volverá a cierta normalidad.

Miro a mis hijas y me pregunto que culpa tienen ellas de todo esto, como les afectará a nivel emocional, que secuelas les dejará el haber tenido que vivir con esto? Me aterra pensar que cargarán con esto el resto de sus vidas, se me hace un nudo en el pecho, y este aprieta, y mucho.

En uno de esos momentos de desespero, una amiga me dijo: Yolanda, tienes a tu alcance muchas herramientas para enfrentarte a esto, fruto de tus años de terapia, de tu lucha contra la ansiedad, úsalas!

Y así estoy, a ratos bien, intentando ver la luz al final del túnel, buscando lo positivo de nuestra vida, para sonreír y tirar hacia adelante. Y a ratos mal, necesitando parar. respirar, y porque no, llorar.

Mis emociones son estas. son lo que son. Y no puedo evitarlas, o negarlas. Las acepto, y aprendo a transitar por toda esta movida, con ellas, de la mejor manera posible.

Y tu, como estás gestionando tus emociones en este tiempo que nos ha tocado vivir?

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