Dejadme hoy que presuma de hija.
Lo hago muchas veces, pero hoy me apetece especialmente.
Quiero hablar de ella, de Emma, mi hija de nueve años, mi flor de abril.
Esta mañana he ido a buscar sus notas al colegio.
Las cualificaciones, tal y como me esperaba, han sido muy buenas. Es una niña con mucha capacidad de retención, y con muchas ganas de aprender cosas nuevas siempre. Esto es importante, claro, no lo voy a negar, pero no lo que más.
Lo mejor ha sido la valoración que me han hecho de ella sus dos tutores.
Mi hija, el año pasado, no lo pasó bien. Estaba apagada. Como enfadada con el mundo.
La muerte de su abuelo, el nacimiento de su hermana, fueron hechos que la marcaron. Quizás yo, sin darme cuenta, me encerré en mi dolor por la muerte de mi padre, y en mi obsesión porque ese embarazo avanzara, y eso la alejó un poco de mi. Siento que no estuve a la altura como madre porque dejé que mi dolor pasara por encima de ella. Y no vi lo que ella estaba sufriendo.
Cuando fui consciente del cambio en ella hablé con la psicóloga del colegio, y con los dos tutores que tenía el curso pasado. Y me ayudaron un poco a entender el cambio que se había producido en ella. Y me aseguraron que estarían pendientes. Eso me tranquilizó. Verla tan apagada me entristecía y me hacía sentir impotente.
Ella descargaba su furia contra mi, y yo no sabía como gestionar eso. Y me enfadaba aun más. Entramos en un bucle difícil de salir.
Recuerdo una frase que nos dijo Míriam Tirado en un taller de gestión de emociones, TODO ES RECOSNTRUIBLE. Esta frase me encantó! Y me dio muchas esperanzas.
Poco a poco, y con ayuda la cosa va mejorando.
Por eso necesitaba saber la valoración global de este curso. Y me he llevado una alegría enorme.
Me han dicho que están muy contentos con la actitud de Emma en clase. Siempre está atenta y con muchas ganas de aprender. Es una niña de mente inquieta, siempre quiere saber más. Como además tiene mucha facilidad para acabar las tareas, no le cuesta nada ayudar a algún compañero que le esté costando un poco más. Siempre está dispuesta a ayudar a los demás.
También han notado un cambio gigante en sus relaciones con lo otros niños de la clase. Ya no está tan cerrada, se relaciona genial con todos, sin tener especiales problemas, y tiene su grupo de amigas.
Otro punto que me han remarcado es que ha hecho un esfuerzo para mejorar la presentación de sus trabajos. Al ser zurda y tener capacidad para hacer las tareas, lo hacía muy deprisa y la presentación quizás no era la más adecuada. Y todo eso ella lo ha trabajado y ha mejorado muchísimo, por lo que valoramos el esfuerzo que hace cada día.
Por todo lo que hemos hablado sus tutores y yo, he salido del colegio que no pasaba por la puerta. Súper orgullosa de ella, de la persona en la que se está convirtiendo. Orgullosa por los cambios que ha hecho, por su evolución. Por haber dejado atrás un año complicado.
Porque es mi flor de abril, una niña que brilla con luz propia, que le ha dado un vuelco a mi vida. Que es súper especial. Y que da un sentido especial y maravilloso a mi día a día.
Por eso hoy, quiero presumir un poco (más) de hija. Porque además estos días está fuera con los abuelos, y la echo terriblemente de menos. Su ausencia aunque sólo sean unos días, deja un vació tremendo en casa.
Sólo quiero que llegue el día y achucharla, aunque me diga que soy una pesada, porque claro, ella ya es grande.
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