Hace ya tiempo que mi pareja y yo nos enganchamos al programa Maratón Man. En él Raúl Gómez se ha recorrido miles de kilómetros por todo el mundo durante las cinco temporadas que ha estado en antena, mostrándonos el mundo a golpe de zapatilla, corriendo carreras insólitas, maratones y medias maratones, ultra trails de montaña, carreras solidarias, etc. Y nos ha presentado muchas personas que por su lucha, por su manera de vivir, por su energía positiva, por la mochila con la que cargan, son dignos de conocer, porque son un ejemplo de lucha, de superación, de actitud.
Hará un par de años, tras la cursa dels Bombers de Barcelona que corrió mi pareja, tuvimos la oportunidad de conocer a Raúl y charlar unos minutos con él. Mi hija mayor pudo comprobar como el Raúl cercano, amistoso, simpático que veíamos en la televisión, era igual al natural. Siempre le agradeceré la manera en que trató a mi hija, que estaba súper feliz de poder conocerle.
La semana pasada emitieron el último capitulo de Maratón Man. Y verlo ha sido muy emocionante. Las palabras de Raúl no me dejaron indiferente. Esa carrera él se la dedicaba a su hermano, fallecido en accidente de tráfico hace unos años. En ese momento habló del famoso muro con el que todo corredor se topa en las carreras. El dichoso muro, ese momento en el que tu cuerpo y tu mente dicen basta, dicen que ya no pueden más, pero algo te empuja a seguir, a vencer el muro y a acabar la carrera. Este muro también lo encontramos en nuestra vida.
Creo que son muchos los muros con los que chocamos y con los que nos toca lidiar. Muchos momentos en que no podemos más, en que el muro es tan duro, tan alto, tan grande, que creemos que no podremos con él.
Mi muro. El más duro. El más alto. El más difícil de sortear. El que me destrozó por dentro. El muro con el que topé el puto día en el que mi padre murió. Ese día un vacío inmenso me envolvió. Un dolor profundo que no sabía como gestionar. Un sentimiento de orfandad , de enfado porque se había ido. Ese día me tope con el peor de mis muros.
Pensé que no podría soportar el dolor. Que no podría sobrellevarlo. Pensé que ese muro acabaría conmigo. En esos momentos es como me sentía, incapaz de seguir, incapaz de avanzar.
Entonces me toqué mi abultada barriga, que albergaba a mi hija, la que hacía seis meses que crecía dentro de mi. Miré a mi otra hija, la que le dijo a mi padre antes de morir que tenía muchas cosas por decirle pero ya no tenían tiempo. Y supe que ese muro debía superarlo. Debía sortearlo como fuera para poder seguir adelante con mi vida. Por ellas, mis hijas, y por mi.
Y luché contra viento y marea para poder soportar el dolor y seguir adelante.
Yo también corro. Poco y lento. A mi ritmo. Cuidarme también ha sido una especie de muro. Hizo falta que una analítica me saliera en pre diabética para que decidiera ponerme las pilas en serio.
Tener a mi lado a una persona como mi pareja es una motivación extra. Verlo a él con su disciplina, su perseverancia, salir a correr, avanzar, mejorar en todos los aspectos, me ha hecho a mi querer aprender de él.
Y lo he hecho! He perdido, de momento, 13 kilos. Como sano. Me encuentro genial físicamente. Y lo mejor? La sensación de bienestar emocional, la paz interior, el subidón de energía y buen rollo que siento en mi.
Este muro tampoco ha sido fácil. Lo sencillo es dejarse llevar por la pereza, inventarse excusas y creértelas. Pero programas como Maratón Man y las historias de superación, de fuerza y de coraje, me han dado un empujón que me era muy necesario.
Si ahora me preguntáis porque corro, os diré que por salud, por mejorar mi físico y por todo lo bueno que me aporta a nivel emocional.
Ahora puedo confirmar la frase de Raúl Gómez, Correr Mola. Y es que a pesar de los Muros, La Vida Mola.